miércoles, 22 de enero de 2014

Destinatario: Ahí, contigo. (II)

A veces me imagino como sería tomar tu mano o verte al despertar, llevarte al cine y recargar mi cabeza en tu hombro, enredar mis manos en tus cabellos, esconder mi cabeza en el hueco de tu cuello, estar contigo un Domingo y que el tiempo duela menos, preparar café por la mañana y acompañar el desayuno con una sonrisa desafinada y cabellos alborotados. A veces lo hago.

¿Dónde estás? Los Domingos siguen siendo solitarios y dolorosos, los amaneceres atardecen si no estás, las horas se burlan desde lo alto del librero, se me acumulan las despedidas y solo tus letras me calman, el café sigue siendo amargo y la madrugadas me siguen haciendo añicos, me desagarran, las personas me siguen doliendo y necesito una dosis de ti, algo para sobrevivir mientras nos encontramos de nuevo en esta vida, mientras nuestras manos vuelven a buscarse y sostenerse.

¿Algún día volveremos a ser? Porque extraño ser contigo, extraño sentir que puedo contra todos en este mundo que cada vez esta más jodido, que a veces el cielo no se me cae a pedazos, que los anocheceres no duelen, que los recuerdos ya no me sangran. 

¿Cuándo nos volveremos a encontrar? Que yo sigo aquí esperando cada atardecer, con un té, sentada ahí en el porche, viendo como el astro rey es herido y su sangre expandiéndose por todo el cielo, cubriéndonos y entonces muere, y su muerte es oscura y solitaria, pero que en algún punto hay pequeñas luces con un dulce sabor en su muerte. 

Yo sigo aquí, esperando reencontrarnos, porque nunca se sintió como si estuviera conociéndote, siempre se sintió como si estuviera recordando algo.

Volver a ser, por favor.

Rose.

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