Estábamos persiguiéndolo.
Tomamos la carretera desde las 9 de la mañana. Llevábamos pocas cosas, mochilas, barras de fresa y botellas de agua. Aaron conducía la camioneta, Alex iba en el asiento del copiloto con la ventana abierta, Sofía y yo en los asientos traseros. La carretera se extendía ante nosotros solitaria y el Sol era fuerte en mi piel y la brisa alborotaba el cabello de Alex.
En el radio sonaba el disco de The Baseballs y Aaron tarareaba mientras conducía, Alex contaba el último chisme del que se había enterado a Sofía y yo simplemente miraba por la ventana.
El paisaje era calmante, montañas, palmeras, el mar, el cielo tan azul que te hacía sentir libre.
Llegó un momento en el que la voz de Alex y Aaron me adormecieron y cuando desperté, me encontré mirando el mar. El auto continuaba avanzando, pero podía ver el mar a la distancia, era de un color azul pálido, ese color que toma cuando el día esta nublado. Continué mirándolo hasta que ya no había más.
Comenzamos a llegar a la ciudad, comenzaron a aparecer las tiendas, los hoteles, los departamentos, las personas caminando por las calles, los autos...
Pasamos todo el día en la ciudad, pasamos por las tiendas, con Alex cuidándonos a Sofía y a mí, como si fuéramos su hijas, Aaron riéndose de las tonterías que hacíamos, Sofía muriendo por un oso de peluche tres metros más grande que nosotros, bailando, visitando museos, caminando por las calles, arrastrando a Alex fuera de las tiendas de ropa y deteniendo a Aaron de llevarse todos los CDs del lugar.
Al momento de dejar la ciudad, alrededor de las 5 de la tarde, Aaron sugirió que pasaramos por Todos Santos, un pequeño pueblo mágico. Dejábamos la ciudad y Aaron quiso llegar a una gasolinera. Ellos entraron a la pequeña tienda, mientras yo me quedaba afuera, en una pequeña mesa con bancas. El viento corría, la carretera estaba sola y solo había 2 personas hablando junto a las máquinas de gasolina. Me recosté contra la pared y balancee mis pies, mirando hacia la carretera.
Sentía que tenía todo el tiempo del mundo, sentí la libertad llenándome los pulmones, el cielo no era del color azul puro como al principio del viaje, ahora había más nubes pero sin llegar a estar nublado y con amenaza de lluvia. Quería que días así fueran posibles de guardar para siempre de alguna forma física. Mire por la ventana de la tienda y los vi a los tres, riendo, abrazándose y empujándose por los pasillos, sintiéndose más jóvenes de lo que nunca fueron.
Retomamos la carretera, con el sol oculto entre las nubles, apenas alcanzando a ver el silver lining. Tomó un tiempo llegar al pequeño pueblo y fue como ser transportada a otro tiempo, con las calles empedradas y las construcciones hogareñas y rústicas. Llegamos a un pequeño restaurante, el lugar estaba solo y era muy acogedor. Comimos entre risas y haciendo tonterías. Al irnos, Alex dijo que pasáramos por el Hotel California. Nos sentamos afuera y tomamos fotos, cantamos un poco la canción sintiéndonos felices de estar viviendo ésto. Era domingo, el pueblo estaba solo y todo era infinito.
Los americanos nos sonreían, la gente pasaba a nuestro lado y nos saludaba sin siquiera habernos visto alguna vez en su vida (es una costumbre en éstos pueblos tan pequeños).
Llego el tiempo de ir a casa, volvimos a subirnos al auto y retomamos nuestro camino, en el radio sonaban mis canciones favoritas de Coldplay y Alex las cantaba junto conmigo. El cielo comenzó a oscurecerse cada vez más, la luz entre las nubes era cada vez menos, el viento era más frío y la carretera era iluminada por los pocos autos que regresaban junto a nosotros. Sofía estaba dormitando junto a mí, con la capucha del suéter puesta, Aaron jugaba con la radio y Alex contaba historias. Miré por la ventana de atrás de la camioneta, miré por la ventana de Sofía y miré por el parabrisas. Sentía algo parecido a lo que sentía en mi "época feliz" , algo parecido a la felicidad que me trae el invierno, algo parecido a sentirme infinita.
El paisaje estaba pintado de un color morado oscuro, ese tipo de color que solo se ve en las imágenes de carreteras en tumblr, ese color frío que te hace sentir eterno, como el viento que entra por tu ventana en invierno a las 3 am mientras escuchas Ghost Stories (Live) o a Adele en el Royal Albert Hall y las únicas luces en la habitación son las luces de Navidad.
Tenía unas pequeñas ganas de llorar, tenía ganas de respirar hondo y llenarme el cuerpo con ese sentimiento, retenerlo en mi pecho para siempre.
Son ese tipo de cosas que nunca olvidas, son ese tipo de sentimientos que te pasas persiguiendo toda la vida.
Quisiera que lo vivieran, quisiera que miraran a su alrededor y se sintieran eternos, libres y brillantes.
Así es como deberías de sentirte toda la vida.
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