miércoles, 23 de julio de 2014

El verano siempre ha sido olvido.

Que me estoy volviendo a abandonar en el rincón, me he escapado de casa para no verme más, para no mirarme con lástima, para no quedarme junto a mí.

Las tardes se reducen a arroparme en mi cama y observarme y preguntarme porque el teléfono nunca suena o porque ya no hay sonrisas. 

Veo las marcas de rabia en la puerta, en forma de agujeros y veo las fotos en el suelo, los marcos hechos pedazos y los vidrios esparcidos por todos lados. Y no, no es mi culpa, pero pago las consecuencias.

El verano para mi siempre ha significado el olvido.

Siempre ha sido así, no soy a la que llaman primero, no soy la que tiene muchos amigos (ni pocos), no soy la chica tumblr, ni la que tiene recuerdos en fotografías, no soy a la que le dicen secretos ni a la que invitan a salir. No soy ninguna de esas. Y duele un poquito.

Soy la más fácil de olvidar.

Los amigos se van, los cigarros se acaban, los libros se empolvan y las canciones callan, los atardeceres se pierden y trato de huir de los amaneceres, escribir se vuelve vacío y las palabras salen incoherentes.

Sólo quiero abandonarme, resulta más fácil que sentir el olvido.





No hay comentarios:

Publicar un comentario