viernes, 4 de julio de 2014

Somos nosotros. Solo nosotros.

Y vuelves a sentirte así de sola, con las palabras atoradas en tu garganta, vuelves a escuchar esas canciones y sólo quieres volver a esos instantes de perfección. Vuelves a querer a alguien a tu lado, todo vuelve a dolerte. Quieres el poder sentirte infinita de nuevo.
Y supongo que está bien sentirse así.
Al fin y al cabo, somos adolescentes.
Nos duelen canciones, fotografías, personas, lugares.
Queremos llegar a casa, recostarnos y pensar y pensar.
Queremos escuchar música y leer e imaginarnos escenarios y diálogos con esas personas.
Queremos salir de viaje, tomar fotografías con la esperanza de qué en unos años, las encuentres en alguna caja y les digas a tus hijos las historias sobre ellas.
Queremos encontrar un amor que nos haga sentirnos sobre el cielo, queremos dejar de preocuparnos por nuestro peso y tener el "perfecto" cuerpo que nos enseña la televisión y las revistas.
Queremos matar el dolor del día a día. Decirles a esos chicos que nos ponen trabas en el camino que se vayan a la mierda.
Tener ese grupo de amigos inseparables que te comprendan.

Queremos todo eso y más. Y está el grupo que tiene varias de esas cosas y luego está el otro que desea tener aunque sea una de esas cosas.
Somos adolescentes.
Sentimos mucho, pensamos mucho, deseamos mucho.

Nos enseñan desde pequeños que tenemos que tener el cuerpo perfecto, que si no eres bueno en algo no tendrás un futuro, que si te gusta leer o escuchar otro tipo de música eres la rara, que tal cosa es de niño y tal cosa es de niña, nos enseñan que el dinero es más importante que hacer aquello por lo cual te brillan los ojos y eso nos cabrea mucho.

No somos nuestro cuerpo, no somos nuestro talento, no somos nuestras preferencias ni el tipo de música que escuchamos, no somos nuestros amigos, mucho menos nuestros padres.
Somos nosotros. Sólo nosotros.

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