Hay días amargos que parecen meses o años.
Hoy es un día de esos.
Y esos idiotas te empujan, te empujan y te empujan. Y te levantas, una y otra vez.
Y tú ríes. Ríes porque no te queda de otra, porque es más fácil fingir que siempre estás bien, es fácil bromear y no soltarte a llorar ante el menor daño.
Es más fácil fingir que eres juguetona y que siempre eres infantil y no ir a ese lugar oscuro y dejarte arrastrar por ese "torbellino" en tu cabeza.
Pero el torbellino arrasa con todo. Y lo único que tienes es dolor de cabeza y ganas de llorar y sigues riendo y jugueteando.
Y no lloras, aunque sientes como si lo hubieras estado haciendo por horas. La cabeza te estalla y sientes los ojos hinchados y no quieres moverte. El solo respirar te provoca dolor.
Y te mereces ese momento. Te mereces quedarte en el suelo después del empujón y recuperar fuerzas.
Y te levantarás. Aunque mañana esos idiotas te empujen de nuevo. Lo harás, porque sólo tienes que conseguir pasar a través de eso y cuando menos lo esperes, habrá acabado.
Porque te toco un vistazo al lado feo de la adolescencia. Sólo eso. No será para siempre. Y puedes optar por nunca pensar en ello. Yo lo haría.
Pero están esas personas que te distraen de ese torbellino. Que te sostienen un poco después del empujón.
Hacen el día un poco más fácil. Hacen que las 7 horas en ese lugar no te dañen mucho.
Y sólo falta un año y medio para acabar.
Puedes soportarlo.
Debes hacerlo. No tienes otra opción.
Y si ellos mañana te vuelven a empujar...Levántate. Cuando la vida los empuje a ellos, no podrán sostenerse sobre sus propios pies. Y tú, tú cariño, podrás soportar terremotos de pie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario