domingo, 18 de mayo de 2014

Me recordaba al verano que tanto extraño.

Ella me recordaba al verano que tanto extraño.
Los labios le sabían a café, su cabello parecía primavera y en sus ojos se notaba la vida.
Me gustaba que me rodeara con sus brazos desde atrás y que recargara su mentón en mi hombro.
Tomarla de la mano y acariciar sus nudillos con mi pulgar. Cantar en el auto y soltar carcajadas.
Recostarnos en mi cama y escuchar ese disco que tanto nos hacía llorar.
Me gustaba verla caminar por la arena y que su vestido se meciera con el viento.
Cada vez que una ola alcanzaba sus pies, ella reía y me miraba. Y yo sonreía también. Y me sentía contenta.
Me gustaba su labial carmín, y como cada vez que se lo decía, sus mejillas tomaban el mismo color y sus hoyuelos aparecían.
Y les daba la bienvenida con un suave beso en cada uno.
Como me acariciaba el cabello y me rodeaba con sus brazos mientras sollozaba cada vez que un personaje querido moría en algún libro.
Unir los lunares de su espalda, contarlos, perder la cuenta y empezar de nuevo.
Hacer tonterías para hacer su risa estallar.
Le gustaba creer que todo el mundo merecía un final feliz.
Me encantaba verla escribir, como se perdía en el mundo que creaban sus letras. Tener el privilegio de observar tal belleza.
Liberar suavemente su labio inferior de la prisión que formaban sus dientes y observar que estos se coloreaban de un rojo irresistible.
Cantarle suavemente y que ella me dijera que cantaba bien aunque yo sabía que no. Cuando sonreía por un halago mío y escondía su rostro en el hueco entre mi cuello y mi hombro.
Abrazarla y sentir que el cielo era un lugar en la Tierra con ella.
Escuchar su respiración en mi oído cada vez que se dormía sobre mi hombro mientras le acariciaba el cabello.
Ver como daba un pedacito de su alma con cada carta que enviaba.
Y no sé que acabo sucediendo, sólo sentí dentro dardos.
Y de pronto, ya no había más risa. Ya no había más abrazos ni más hoyuelos. La primavera de su cabello se fue y los labios dejaron de saber a café.
Hubo más llantos y dardos, muchos dardos.
Se me hundió el dolor en el costado y se me nublaron los recuerdos.
Y la deje ir.
No podía quedarme a ver como yo la marchitaba.
Y aún la recuerdo.
Oiré su risa cuando quiera dado que es más mía que suya.
Aún sigo escuchando ese disco que nos hacía llorar, siempre lo escucho mientras leo su carta.
Y tengo el consuelo de que me haya dejado un pedacito de su alma.
Y siempre pienso que debí abrazarla más, que tal vez hubiera podido retenerla un poco más.
Y aún me duele ese verano, tanto que ansío volver a vivirlo.
Nuestro amor fue de esos que sólo existen de noche y duran hasta la madrugada.
Y aquí estoy, verano mío.

Me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos.

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