domingo, 8 de junio de 2014

Rotos pero completos.

Los domingos son mis mejores y peores días.
Porque siempre tengo la grandiosa idea de terminar libros que se que me destrozarán.
Y cuando termino de llorar las últimas letras en ese papel, miro hacia abajo esperando ver partes mías en el suelo. Desgarradas, esparcidas por todos lados con sus esquinas filosas.
Y entonces, tomo la libreta escondida en la habitación y vuelvo a escribir.
Y me entran inmensas ganas de un abrazo, pero estoy sola. Y sólo yo puedo volver a unirme.
Y hay algo bello en romperse de esa manera.
Hay algo que te dan ganas de vivir la vida con esos libros. Vivir la vida que les negaron o que no pudieron continuar.
Y en un momento de locura, rompes a reír.
En medio de las lágrimas y las mejillas manchadas, nace una risa temblorosa.
Sabes que ellos fueron felices a pesar del desenlace.
Porque sabes que en la vida pocas veces hay finales felices.
Porque así es la vida.
Une caminos y después los separa. Arrebata personas. Da sentimientos. Da sonrisas y amor. Da tristeza y risa. Da vida.
Y estás acostumbrada a ese sentimiento.
Viene, te abraza y tú sigues soltando pequeños sollozos. Llego puntual a su cita de siempre.
Y te dice, ya pasará, respira, respira, te mece entre sus brazos y te acaricia el cabello.
El sentimiento de estar roto pero seguir completo, el sentimiento de llorar y querer salir a abrazar a la vida.
Lo sé, lo sé.

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