lunes, 16 de junio de 2014

1:10 am

Y estos momentos son los que siempre vas a recordar. Las risas, las historias, las fiestas, el sentimiento de que no podría haber día o noche mejor que esa.
Vas a mirar a tu familia riendo por esas historias de viajes o de tardes que pasaron juntos y cuando te reunías con ellos en el patio de tu abuela y como sonreían y como aguantaban las lágrimas por revivir esos recuerdos tan importantes y por compartir historias de los que ya se fueron. Como tus tíos contaban las travesuras que hacías junto con tus primos, tus abuelos contando historias de sus padres y de cuando ellos eran niños, historias de tus padres y tus tíos de cuando corrían por la calle y jugaban a la pelota.

Y vas a mirar a tus amigos y vas a ver a una familia que no es de sangre y van a reír y a reír por todas las tonterías que han hecho. Recordarás a tus amigos sentados en un círculo, algunos en el suelo, otros abrazados y los vas a recordar riendo, porque esa noche son más jóvenes de lo que jamás han sido.

Recordarás las puestas de sol, con tu cabeza recostada en algún hombro con el humo escapando de los labios y riendo suavemente, con lágrimas de nostalgia en los ojos.
Mirarás las fotos y sabrás que tuviste una buena vida, si, hubo bajadas, pero sin ellas nunca podrías haber vuelto a subir. Los malos recuerdos serán borrosos, serán como un mal sueño, algo lejano. Algo que ya no puede dañarte más.
Abrazos que no te soltaban aunque te marcharas, sonrisas plasmadas en recuerdos y fotografías, risas eternas, historias escritas en la piel, historias felices. Tardes inmortales con personas que siempre vas a tener ancladas al alma.

Sólo aprende a disfrutar lo bueno.
Sólo eso.



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