Con mi cabeza recostada en su pecho, pensé en decirle todo.
En sacar de mi pecho todo aquello que me pesa.
Pensé en decirle que soy un fracaso, que me doy asco, que lucho por no ir al baño a vomitar.
Pensé en decirle que no quiero que la gente me vea, que quiero arrancarme la piel, que la ansiedad me come tanto a veces que no tengo uñas.
Que a veces tengo miedo porque hay días en los que el estar consciente requiere mucho esfuerzo y me duele, que hay mañanas en las que no siento nada y quiero gritar y jalar mi cabello.
Que veo chicos en la calle y quiero lucir como ellos desesperadamente, que no sé como ella puede quererme, no sé como ella puede besarme y decirme que me ama.
Que no entiendo por qué mierda alguien podría quererme.
No entiendo como ella puede verme y no sentir asco. NoentiendoNoentiendoNoentiendoNoentiendo.
Que a veces río con mis amigos pero en el fondo, realmente no siento la alegría, estoy más ansioso y preocupado de como luzco y del asco que me tengo para disfrutarlo completamente. Que río y río pero no lo logro.
Que ahora solo quiero pasar mi cumpleaños durmiendo o encerrado en mi habitación, donde nadie pueda verme, porque pasó todos los demás días del año deseando dejar de existir y que un día no hará la diferencia. No sé que haré de mi futuro, me da miedo. Estoy aterrado.
Pensé en decirle todo eso, en tratar de liberarme, en decirle que tal vez necesite ver a alguien de nuevo.
Estaba llorando, y me pasaba la mano por el cabello y con la otra me acariciaba la espalda.
Pensé en decírselo.
Pero decidí tragármelo y culpar de esa crisis al estrés.
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