miércoles, 6 de septiembre de 2017

Alone, I fight these animals.

Parece que siempre comienzo las entradas con "Han sido días difíciles" pero no tengo otra forma de decirlo, no la hay.
Lo siento.
A veces abro los ojos por la mañana y solo quiero volver a cerrarlos, porque el Sol ni siquiera ha salido y ya no quiero sentir nada. Es una batalla, levantarse de la cama, bañarse y vestirse para ir a la escuela cuando todo dentro de mí dice no.
Es duro estar con esas personas que me hacen reír y no poder disfrutar porque mi mente es un constante bombardeo, porque el cuerpo me duele de la tensión, de que los espejos se me clavan como cuchillos.
Odio cuando salimos a comer y si es un lugar conocido, mi mente comienza a preocuparse sobre la comida y como debo elegir lo que tenga menos calorías o lo que sea más pequeño de lo que ellos vayan a ordenar pero no tan pequeño para que se termine rápido y para que no sea solo yo quien ya no está comiendo porque era una porción, bueno, pequeña. Y me dicen "Es la primera vez que te veo comer", "¿Por qué no comes?", "¿no vas a comer?", "¿solo eso?", "no puede ser que ya te llenaras". Son cosas que vengo escuchando desde hace años.
Sé que no comer no es la respuesta, lo sé, pero...la culpa no se va, el odio tampoco lo hace.
Es horrible cuán consciente soy de mi propio cuerpo, es horrible cuánto odio cómo luce, cómo se siente.
Y mi mente solo gira entre la culpa, en cuán inútil me siento en todo, en el cansancio (progresé, ahora trato de dormir 8 horas la mayoría de los días y ya no 4), odio estar en clase y sentir como mi espalda duele por la tensión que me provoca el simple y jodido hecho de respirar, de sentirme el cuerpo.
Y llego a casa y trato de no dejar que los pensamientos de odio me mareen para poner una sonrisa y contar lo que hice ese día a mi familia.
Ha sido así por tanto tiempo, que no conozco otra forma de vivir.
Lo siento.

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