domingo, 11 de junio de 2017

De salas oscuras, gargantas adoloridas y mañanas frías.

Era la 1 am.
Mi garganta dolía pero no quería irme.
Quería seguir ahí, en esa sala dejándome la garganta cantando.
La única luz era la de la televisión, que nos servía de karaoke.
Unos bailaban mientras alguien me acompañaba en el sillón, mirándolos y riendo.
El cuerpo me dolía de reír y no por mis heridas emocionales.
Las cartas del Uno estaban esparcidas por toda la mesa detrás de nosotros.
Las botellas amontonadas en la cocina.
Con unos tocando una guitarra de aire mientras las bocinas gritaban "¿Es un solo? !Es la guitarra de Lolo!" .
Eran canciones de hace años, pero que seguíamos cantando porque si no te la sabías no eras humano.
Nos sentíamos más jóvenes de lo que éramos.
Sentíamos la eternidad correr por nuestras venas.
La felicidad superaba el dolor de garganta.
Cantamos hasta que quedamos roncos.
Cuando por fin llegó la hora de volver a casa, todos fuimos por caminos diferentes.
Volví a casa, mientras el sol comenzaba a salir.
La mañana era fría, mi caminar era lento.
Y pensaba: es increíble como los mejores días aún no llegan.
Aunque a veces despierte sintiendo que todo está mal, que mis pensamientos me abruman y no me dejan estar en paz.
Los mejores días aún no llegan.
Y es algo increíble.


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