lunes, 16 de diciembre de 2013

Cielo sin memoria.

Estos días me los he pasado mirando el cielo, el cielo no tiene memoria, puede pasar miles de desastres en nuestras vidas y el Sol aún seguiría saliendo, enorme y brillante allá arriba con el mar azul a su alrededor, si, habrá días grises, días en que el cielo llorara por ti o contigo, pero el Sol seguirá empeñandose en salir, así como tú te esfuerzas en levantarte cada mañana, y levantarse vale la pena por sentir ese calorcito en tu piel, como risas de niños corriendo por tu piel, ese dolor en tus párpados por cerrarlos tan fuerte para que el Sol no se filtre en tu pupila y en la noche, la Luna siempre estará ahí, en realidad, nunca se va, siempre está ahí, supongo que eso tenemos en común, la noche es muy diferente, en la noche todo es más doloroso o más feliz, lo doloroso es cuando recuerdas las cosas buenas, las cosas felices y sabes que las has perdido, para siempre y están las cosas tristes, que se repiten en tu cabeza, que forman un torbellino y da vueltas y vueltas y terminas atrapada en él toda la madrugada y lo feliz es cuando pasas la noche con alguien querido, déjame decirte que esas noches no se comparten con cualquiera, esas noches están reservadas para alguien con el mismo dolor, con la misma manía de recordar en esas madrugadas sin corazón, en las que te rompes, ya sea a reír o a llorar, pero te vuelves añicos,  porque las ojeras no son lo mismo sino son por desvelarte recordando, encerrada en un abrazo y cuando el Sol vuelve a levantarse, la mañana acompañada de una sonrisa desafinada y ojos hinchados del llanto, pero de algún modo, fue una noche feliz. Lo sabes. Porque amas ese dolor feliz, una especie de felicidad dolorosa.

Tal vez tu vida no es feliz, pero ese día, esa noche o este día o esta noche, estas contenta, una cercanía a la felicidad. 

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