viernes, 24 de marzo de 2017

De espíritus brillantes.

Iba caminando frente a mí, iba contándome como fue su día. Las cosas que hizo con su mejor amiga, los juegos que jugaron, las canciones que bailaron, las películas que miraron, los premios que ganó y lo que comieron. Pensaba en cuán diferente es de mí y como estaba agradecida por ello, en que lo único parecido era que nos justaba el trato justo, que sabíamos que todos son iguales a nosotros y a la vez distintos, esa es la forma en que nos criaron. 

Pensaba en que esperaba que nunca se sintiera como yo me siento a veces, que deseaba que nunca tuviera horas oscuras aunque sé que nadie puede salvarse de eso. Pensaba en que nunca dejara de temer pero que no dejara de enfrentar sus miedos, que siguiera siendo tan amable pero a la vez firme cuando alguien quiere ofenderle y capaz de defenderse. Que nunca dejara de llorar cuando la hirieran, pero que siempre se levantara siendo más fuerte de lo que ya es y que nunca se avergonzara de sus heridas. 
Que no tuviera vergüenza, que hiciera las cosas que ama sin importar las demás personas, que siguiera bailando y cantando y riendo como niña pequeña. Que no dejara nunca de ver lo positivo, porque entonces dejaría de ser ella. 
Que si algún día termina odiándome, si algún día mis muros le hieren más que no crea, nunca, jamás nada de lo que salga de mi boca. Porque ella sabe que no es más que cosas brillantes. 
Va a cumplir todo lo que sueñe, porque espíritus como el suyo nunca mueren. Tendrá una larga vida e iluminará las vidas de otros, sin tener que apagar su propia luz. 
Y yo estaré ahí, cuidando que sus muros no crezcan tanto como los míos, pero que sean fuertes para cuando la vida se los pida. 

Y no puedo detener el tiempo, crecerá y se enfrentará a la vida, pero en mi mente siempre será ese pequeño bulto que llegó en brazos de mi madre una mañana. Siempre será esa pequeña caminando frente a mí mientras me cuenta su día. 

And even though you want to, please try to never grow up.

miércoles, 15 de marzo de 2017

De habitaciones iluminadas y el viento.

Llegó a casa, queriendo morir o dormir un par de horas, para reponer fuerzas y volverme a enfrentar al mundo. Me deshago del uniforme y me visto con una sudadera enorme y pantalones chándal, lo siguiente que hago es abrir la ventana y sujetar la cortina para que entre la luz. Porque siento que me ahogo en la oscuridad de mi habitación, porque sentir el viento entrar por la ventana y la luz del sol por la tarde hacen que lo pesado de mi pecho sea un poco más liviano.
Me tiró en mi cama boca arriba, coloco un brazo sobre mis ojos y el otro estirado sobre la cama, me aguanto las ganas de llorar y dejo que el viento y la luz se lleven todo.

Maybe I'm not good enough.

Estoy tratando de no ahogarme, estoy tratando de ignorar que estoy comenzando a sentir como cuando Vino y bombones se fue todas esas veces que prometió que no lo haría, porque no sé que esta pasando y me preocupa y me siento mal porque a veces creo que no soy suficiente para que nadie se quede. Y le extraño y quiero protegerle pero no puedo hacer nada, la puta madre. No puedo hacer nada sin que le perjudique y me jode, me jode mucho.
Y no sé que hacer, no sé si tengo que hacer como siempre y comenzar a matar lo que siento o esperar una señal de que aún hay algo. Es horrible no saber nada, no saber en dónde estás y que deberías de hacer. Estoy cansada de jugar de corazón en corazón, y es horrible que alguien se vaya sin explicación, como si no valieras nada.

martes, 14 de marzo de 2017

Heaven can wait we're only watching the skies.

Era como volver en el tiempo, nosotros dos, pasando la tarde y viendo el Sol morir. Se sentía lo mismo, sentíamos el alivio de volver a esos vicios. Éramos diferentes personas, lo somos. Pero había algo, era como si pudiera sentirme infinito de nuevo, mientras reíamos a carcajadas y nos contábamos todas esas cosas que habían pasado en nuestras vidas después de no vernos en un tiempo.
Era como si nada hubiera cambiado pero al mismo tiempo todo era distinto. Y se siente bien volver a escribir sobre tardes así, sentirme con ganas de escribir y no solo llegar a casa y sumergirme en ese mar gris que es mi mente.

El Sol moría y lo enterrábamamos entre risas y el humo de los cigarros, entre las arrugas que se te hacían en las esquinas de los ojos al sonreír o en los hoyuelos de mis mejillas. Nos dolía el estómago de felicidad y no por las heridas emocionales, recordábamos aquél verano en el que pensábamos que nunca moriríamos, que soñábamos con edificios altos y carreteras sin final. Las tardes en mi casa mirando películas, bebiendo el alcohol de mis padres a escondidas y dejándonos la garganta cantando Forever Young en mi cama. De aquellos primeros cigarros, de las mentiras y escapadas, de las emociones nuevas y las tardes calurosas, de llamadas sin final y los sueños imposibles.

Necesitaba eso, necesitaba volver a sentirme así. Porque los últimos meses fueron peleas en mi mente, el fluctuar(?) de un género a otro y no poder hablar con nadie sobre eso, los corazones espinados y jugar a las escondidas donde en lugar de buscarse solo se esconden para estar juntos. La situación en casa y los tiempos difíciles, necesitaba volver a aruñar el sentimiento de ser infinito. Es como inyectarme emoción en las venas, todo lo que puedo ver en mi mente es el atardecer y a nosotros riendo, sentados en el suelo, ella junto a mí con las piernas recogidas contra su pecho y el cigarrillo colgando de sus dedos, yo con las piernas estiradas y nuestras espaldas recargadas en la pared con nuestros hombros rozándose. Era mi mejor amiga. A pesar de lo idiota que puede ser, de que solo cae por estúpidos y yo la ingenua con espinas en el corazón.

Esto era lo que necesitaba, sentirme un poco viva. Regresar a casa por esas calles ya a oscuras, tratando de deshacernos del olor a cigarro, con la luz de las farolas tratando de encontrarnos. Era viajar en el tiempo, pateando piedras con nuestros Converse e ir recordando momentos vergonzosos y reírnos de lo idiotas que éramos y aún somos.
La brisa fresca y las calles oscuras, las risas y volverse a encontrar con ese sentimiento de ser eterno y por primera vez, recordar el verano sin odio, fue algo que creí que no recuperaría.

miércoles, 8 de marzo de 2017

jueves, 2 de marzo de 2017

Una tarde de grises.

Puedo imaginarme vivir así contigo. Los amaneceres atardecerían y los ocasos iluminarían el cielo. Miraríamos el infinito a nuestros pies y diríamos "Así es como nos sentimos." El mundo no podría alcanzarnos.
Seríamos como dos estrellas en el firmamento, y la gente nos contemplaría asombrados. Alzarían monumentos por tu sonrisa. Y venerarían el vaivén de tu falda, como si fuese la brisa de verano, soplando también las hojas secas en otoño, de ese color marrón como tus ojos, que parece pintar la corteza de mi vida cuando te digo "ven" y ya estás conmigo, y cuando "vuelve" sólo sirve para que te acerques de nuevo, un poquito más, hasta parecer dos planetas colisionando. Quizá no me creas, pero te juro que eres el centro de los universos más bonitos que existen. 


-En un mundo de grises,
Sergio Carrión.

Y al volver a leer esto después de dos, tres años(?) me pone triste. Me siento triste, estoy en mi habitación a oscuras (como parecen ser mis días, como si las risas no pudieran terminar de borrar el gris de fondo), con miedo de acercarme a ese lugar de nuevo. De que aún hay asco, de que aún hay días en que quiero arrancarme la piel, de que quiero cortar mi cabello pero a la vez no puedo y cosas tan simples me hacen sentir una desesperación dentro, arañando mi pecho. 
De que quisiera tenerte a mi lado, joder, de protegerte de todo el mundo y es tan fácil imaginarlo. Tan jodidamente fácil. 
Que ayer por la noche, miraba las estrellas por la ventana del auto y me hacían recordarte, hacía frío y sentía que era una de esas noches eternas. Y las palabras escritas en un aparato no me bastan, nunca lo hacen y nunca lo harán y sé que tal vez, debería parar esto pero odio el pensar en dejarte ir o que encuentres alguien más, porque odio esta situación y odio las mentes cerradas y pequeñas. 

Y a veces, me dejo fantasear con una tarde cualquiera en mi sala, contigo mirando una película y tomarte de la mano o abrazarte, como si fuera lo más natural del mundo, sin importar quien nos mire. Lo hice hoy, y solo puedo encontrar consuelo en letras tristes. Lo siento.  

7:02

Se me acumulan los portazos. Aún no he aprendido a no llorar con las despedidas. Es que me parece que los finales comienzan siempre con algo muy triste: el echar de menos, el medir la distancia que nos parte en dos los corazones. Yo qué sé o hasta cuándo, por las noche miraba las estrellas y era bonito, será porque el cielo no tiene memoria, y no me recordaba a ti. Siempre hay que despertar. Abrir los ojos y no verte. Abrir los ojos y cerrar fuertemente las manos alrededor de todas estas ganas que tengo de que las cosas mejoren algún día. Algún día, cuando deberías ser tú. Y tú, cuando no deberías haber sido nunca. Te prometo que estoy intentando atardecer todos esos días que vivimos. Ojalá el mundo deje de girar.

-En un mundo de grises,
Sergio Carrión.

6:47

No sé por qué sin haberte visto llorar nunca, tengo la sensación de que te has reído menos, y de que te hacen sangrar las noches más de lo debido porque te arañan los kilómetros que te separan de cualquier parte. 
Que alguien no quisiera salir de nuestra vida como nosotros odiamos salir de la ducha en invierno. Sólo era eso. Pero se nos están humedeciendo los espejos sin que luego venga alguien a secarnos la tristeza. Parece que los martes también pueden ser abismos, donde caer es tan fácil como dejar de querer levantarse. Y eso, te juro que recorrería cualquier distancia sólo para demostrarte que no nos hace olvidar. 


-En un mundo de grises,
Sergio Carrión.