Y hablamos por primera vez en semanas. Y las ganas de abrazarte y volverte a ver seguían ahí, aunque para verte sólo basta con quedarme dos horas más en la escuela, pero sé que no es lo mejor.
Y me duele, la puta madre. Te extraño, extraño rodearte con los brazos y apoyar mi cabeza en tu hombro, siempre adore que fueras más alta, tu piel blanca, tus ojos cafés tan adorables.
No puedo escuchar esa canción sin recordarte, es por eso que decidí borrarla de mi teléfono. No puedo ver esa película sin recordar cómo se sentia tu mano en la mía, en esa sala de cine a oscuras. No puedo leer ese libro sin sentir que nuestra relación es como la de Hannah y Natalie.
Una vez me dijiste "tú eres tan Natalie" y en algún lugar dentro de mí, me dolió. Porque sabía a que te refería. Y ahora siento que no puedo tocar más ese libro.
Me pediste perdón, porque ya no sabes como hablar conmigo. Y todo duele, porque antes no podiamos dejar de hablar, antes no podía no sostener tu mano (aunque tuvieras que poner tu suéter sobre nuestros regazos para ocultarlas), no podía no estar cerca de ti y no abrazarte, no rozar tu hombro con el mío.
Creo que finalmente está llegando el fin.
Creo que ya acabó.
Y no puedo dejar de llorar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario