domingo, 24 de abril de 2016

Y llamo al 102 y nos sentamos ahí por años.

"Cuando empieza a doler
entonces escribo.
Cuando lleva un tiempo doliendo
entonces escribo.
Cuando deja de doler
entonces escribo.
Cuando no duele nada
entonces escribo sobre
cuando empezaba a doler,
cuando llevaba un tiempo doliendo
o cuando dejaba de doler."
-“Modus operandi” sacado de “La triste historia de tu cuerpo sobre el mío”, de Marwan.
Hace poco leí esta frase, estaba recostada en la cama y estaba doliendo, siempre, de alguna manera, está doliendo y la leí y pensé: no puedo escribir mientras duele, porque eso solo haría que doliese más y no podría salir de ese lugar. Fue algo raro. Quería escribir, quería escribir sobre todo, sobre como dolía y sobre lo que pensaba y lo cansada que estaba.
Pero tenía miedo, miedo de que comenzara a doler aún más y mi humor bajara hasta el centro de la tierra.

...
La primera vez que me rompió el corazón escribí aquí - en realidad, lo había roto desde mucho antes pero tenía esperanza-, lo escribí esa noche que regresaba a casa y escuché 102 de Matt Healy, después de eso escribí como dolía que aún preguntara por mí si yo no le importaba más, escribí como dolieron los 42 días, pero no escribí como dolieron los 138 días que pasaron después de esos. La primera vez que hable de ti después de todos esos días, los ojos se me llenaron de lágrimas y la garganta se me hizo un nudo, ¿cómo después de todo aún seguías haciéndome sentir así? Fue ahí cuando me di cuenta de que tal vez estabas más adentro de mí de lo que había pensado. Y no lo quería.

Creí que todo cambiaría cuando volvió, pero yo había cambiado y ella también, íbamos en diferentes escuelas ahora y no podíamos hablar bien porque teníamos horarios distintos, pero quería intentarlo. Recuerdo escuchar su voz a las 4 am y sentir mariposas en el estómago, sentía que acaba de tomar miles de latas de Red Bull o litros de café, que me habían inyectado adrenalina en las venas. Iba a dormir cada noche con el corazón corriendo a mil por hora.

Esperaba la noche con ansias para poder hablarle, poder reír juntas, hablar sobre nuestras familias y que me contara sus sueños.

Fue la segunda vez que me rompió el corazón. Me hizo trizas. Recuerdo leer el mensaje, recuerdo como me temblaron las manos, joder. Recuerdo a mi madre apagando las luces, recuerdo que le dije "buenas noches" como si por dentro no estuviera sufriendo un terremoto.

Tenía que hablar con alguien, porque necesitaba la presencia de una persona, porque me jodía no poder ir a esconderme entre los brazos de mi madre y llorar a moco tendido. Estaba en una esquina de mi cuarto, con el teléfono en mano, hablando con voz queda para que Irma no me escuchara llorar -o al menos, no tanto-, no entendía porqué, dolía, dolía mucho pero no podía escribirlo en ese momento, ese dolor era mío, ese dolor haría que me derrumbara mientras escribía y no lo hice. No escribí hasta tiempo después, no escribí hasta que me sentí anestesiada por el mundo y sus distracciones.
Recuerdo que esa noche, ahogue mi mente con música pero por alguna razón, solo 102 lo logró e hizo que no me derrumbara.

Al día siguiente de esa noche fui a una fiesta, me reí de todo, baile, tomé y entonces, no dolía tanto.
Estaba bien, tan bien como podría estar. Era el fin. Podía avanzar, podía seguir mi vida como lo había hecho 180 días atrás. Porque nunca fui de esas personas de las que se queda sufriendo por algo, si alguna persona se va, está bien, se llevo una parte de mí pero siempre llegará alguien más a darme una suya. Porque he aprendido a que todo pasa, a que vendrán cosas mejores, a que si algo no pasa es por algo y si algo pasa también lo es.

19 días.

Dejaba de doler.
Como dije, las distracciones del mundo funcionan, aunque a veces se colara en mi mente.
Esa noche, estaba con mi madre y mi hermana riendo a carcajadas en su cama, el cuerpo me dolía por una razón muy diferente que a la de 19 días atrás.

Vi el mensaje, pero prefería que el cuerpo me temblara de risa que de nervios y miedo. Hablamos de todo, de las mentiras, el miedo, lo que nunca dijo, todo. Era una nueva oportunidad.

Pero la escuela se vuelve difícil, y "no quieres ilusionarme" y lo acepto, es tu sueño, lo entiendo, porque yo también tengo los míos. Pero somos jóvenes, nos enamoramos de hasta las formas de las nubes, sé que encontrarás a alguien más, porque pretendientes no te faltan -como siempre mencionas
que le gustas a alguien- y ambas merecemos más que esto. Porque me has pedido que no me ilusionara y eso cambió todo. Para mí fue como quedar como amigas y quise decírtelo indirectamente pero al parecer no lo captaste o no quisiste hacerlo.

Tu voz ya no me inyecta esa adrenalina -o no tanta como antes-, ya no haces que piense en ti todo el día, ni haces que espere con ansias la noche. No has podido seguir adelante con tu sueño y entrarás a la misma escuela en la que voy. Y esta la cosa de que no sé porque me quieres, no sé como es que me pudiste querer hace 199 días atrás cuando era peor de lo que soy ahora. Porque yo no estoy hecha para personas bonitas.

Y la primera vez que volvimos a vernos después de más de 200 días, estuve apunto de no ir, quería enterrarme debajo de una piedra. Porque no podía imaginar que me quería, no me cabía en la cabeza que a alguien le gustara. Aún no me entra en la cabeza.
Pero fui - vale, si van a ir a un lugar con alguien que te gusta, no vayan al cine ni que los acompañen familiares que no saben nada, pequeño consejo-, la vi, escuché su risa unos asientos detrás de mí -otro consejo, no inviten a su amiga que llega tarde a todos lados-,  y me imaginaba como hubiera sido si hubiera estado a su lado, porque me había pasado toda la semana pensando en ese reencuentro.

Nada pasó, nos vimos, y tuve que irme. Ni siquiera pudimos despedirnos.
No hemos hablado en días.
El corazón ya no siente adrenalina y mis inseguridades dominan todo. Está dejando de doler.
Cuando uno rompe algo dos veces, los pedazos solo se hacen más pequeños y afilados.
Mi corazón aún ama, siempre lo hará, pero tal vez está listo para dejar ir lo que hace mucho tuvo que dejar ir y para dejar de doler.

No quiero dejarte como la mala, porque no lo eres, porque no conozco tu lado de la historia y no pueden juzgarte al no saberla. Pero este es el mío, lo siento. 

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