Te soñé, por segunda vez, te vi bailando.
Dando piruetas como niña, riendo y dejando que el viento alborote tu cabello.
Te miraba desde lejos.
Te veías feliz.
Me subía a un auto y tú te quedabas quieta.
Te mirabas triste, paralizada.
Te acercabas y el auto comenzaba a moverse.
Desde lejos gritabas: "¡No, no, no, no!"
Estirando los brazos hacia el frente, con las manos abiertas.
El auto continuaba avanzando y te hacías cada vez más pequeña.
Solo quería que volvieras a dar vueltas y dejar que el viento mueva tu falda.
Quería escuchar tu risa.
Te miré una vez más.
Desperté.
«Para aquellos que creen que todo el mundo merece un final feliz. Esto es para ti.»
viernes, 7 de agosto de 2015
miércoles, 5 de agosto de 2015
2:40 am son de extrañar.
Papá, mamá, extraño los viejos tiempos.
Los viajes en carretera cuando llovía o después, los pueblos fantasmas o mágicos.
Extraño a mi abuela, aunque su sofá fuera tan cómodo que me durmiera cuando íbamos a su casa. O cuando estábamos en una fiesta en familia y ella siempre tenía la música por dentro y nos contagiaba.
Extraño cuando Ángel y yo corríamos por el patio de mi nana en verano, lanzándonos agua.
Extraño jugar al Mario Kart o Zelda con Tito y Ángel.
Extraño cuando mi tía estaba en casa cada que el trabajo la dejaba y siempre nos hacía reír o pasaba tiempo con la familia.
Extraño que mi tío grite "¡Ya llegué!" en la puerta de mi nana y que Ángel y yo compitamos por ver quien lo abraza primero. (Por las dudas, casi siempre era él, maldito)
Extraño cuando mis muros no lastimaban tanto.
Extraño cuando no sabía que uno de mis tíos fuera tan jodidamente imbécil.
Extraño cuando mis primos (de parte de mi padre) y yo jugábamos juntos.
Extraño jugar en la calle, con todos los chicos con los que crecí, aunque fueran unos hijos de puta conmigo.
Cuando los atardeceres con el cielo pintado de rosa con un toque de naranja o amarillo mientras regresábamos a casa después de un viaje.
Las canciones de P!nk cantadas a gritos con voces desafinadas con Alex y Ale durante dos horas de regreso a casa.
Los días en la alberca con todos.
Extraño las risas y las historias.
Extraño que las ausencias no duelan.
Extraño que mi tía no tenga tantos problemas con sus hijos.
Extraño que mis primos no tengan tantos problemas y responsabilidades.
Extraño a mi abuela sentada en su sillón. Puta madre, la extraño tanto.
Extraño cuando sentía ese algo que me hacía querer escribir todo el tiempo.
Las noches de invierno en la sala de mi nana, con mi hermana dormida en el sofá de al lado y la casa en silencio.
Los cuentos escritos en aquella computadora, ahora descompuesta y sin esperanza.
Las canciones de Fun por las mañanas antes de ir a la escuela.
Las pláticas incoherentes con todos a mi al rededor cuando tenía taller y siempre llegaba medio dormida.
Las idas a la playa, con toda la familia de mi padre, riendo y contando historias, alentando a todos a divertirse.
Las gotas de lluvia de Julio/Agosto cayendo por el cristal, devuelta a casa y Have You Ever Seen The Rain en el radio.
Los viajes en carretera cuando llovía o después, los pueblos fantasmas o mágicos.
Extraño a mi abuela, aunque su sofá fuera tan cómodo que me durmiera cuando íbamos a su casa. O cuando estábamos en una fiesta en familia y ella siempre tenía la música por dentro y nos contagiaba.
Extraño cuando Ángel y yo corríamos por el patio de mi nana en verano, lanzándonos agua.
Extraño jugar al Mario Kart o Zelda con Tito y Ángel.
Extraño cuando mi tía estaba en casa cada que el trabajo la dejaba y siempre nos hacía reír o pasaba tiempo con la familia.
Extraño que mi tío grite "¡Ya llegué!" en la puerta de mi nana y que Ángel y yo compitamos por ver quien lo abraza primero. (Por las dudas, casi siempre era él, maldito)
Extraño cuando mis muros no lastimaban tanto.
Extraño cuando no sabía que uno de mis tíos fuera tan jodidamente imbécil.
Extraño cuando mis primos (de parte de mi padre) y yo jugábamos juntos.
Extraño jugar en la calle, con todos los chicos con los que crecí, aunque fueran unos hijos de puta conmigo.
Cuando los atardeceres con el cielo pintado de rosa con un toque de naranja o amarillo mientras regresábamos a casa después de un viaje.
Las canciones de P!nk cantadas a gritos con voces desafinadas con Alex y Ale durante dos horas de regreso a casa.
Los días en la alberca con todos.
Extraño las risas y las historias.
Extraño que las ausencias no duelan.
Extraño que mi tía no tenga tantos problemas con sus hijos.
Extraño que mis primos no tengan tantos problemas y responsabilidades.
Extraño a mi abuela sentada en su sillón. Puta madre, la extraño tanto.
Extraño cuando sentía ese algo que me hacía querer escribir todo el tiempo.
Las noches de invierno en la sala de mi nana, con mi hermana dormida en el sofá de al lado y la casa en silencio.
Los cuentos escritos en aquella computadora, ahora descompuesta y sin esperanza.
Las canciones de Fun por las mañanas antes de ir a la escuela.
Las pláticas incoherentes con todos a mi al rededor cuando tenía taller y siempre llegaba medio dormida.
Las idas a la playa, con toda la familia de mi padre, riendo y contando historias, alentando a todos a divertirse.
Las gotas de lluvia de Julio/Agosto cayendo por el cristal, devuelta a casa y Have You Ever Seen The Rain en el radio.
[..] cuando amamos con tal intensidad que sentimos la necesidad de crear algo a partir de eso. No exactamente crear, sino actuar en consecuencia.
Echo de menos todo eso.
2:04
Vale...
Voy a hablar de algo que odio. Algo que estoy volviendo a sentir. Algo de lo que quiero deshacerme.
Siempre es lo mismo, me conozco. Conozco el lugar del que huyo. Conozco el lugar en el que estoy, conozco el acantilado del que mis pies se burlan. Conozco la caída. Puedo describirlo con los ojos cerrados.
Odio los nervios de volver a clases, de entrar a una nueva escuela, de no estar con las personas que hacen un poco más fácil. Odio no tener el mismo turno que ellos. Odio preguntarle a mi madre qué haré si no los veo más y que conteste "mírame a mí, me encontré con una compañera casi 30 años después". Yo no quiero verlos en 30 años. Yo quiero verlos al salir del salón o cuando voltee hacia a un lado. Es parte de crecer, me ha dicho. Pues es una mierda.
Odio probarme uniformes o cualquier tipo de ropa. Odio los espejos y hasta me parece insoportable las personas que me ayudan a buscar de mi talla y cuando salgo diciendo: "no me quedo" queriendo morirme.
Quiero enterrarme a mil metros bajo tierra. Quiero llorar y ponerme histérica.
Odio bajarme del auto y ver mi reflejo en los espejos de las tiendas, odio estar tan al pendiente de lo que como en el día, odio revisar las calorías que tiene lo que como, aún así es algo pequeño, odio querer morirme si lo que como suma más de 600 calorías. Odio que me guste ropa y que no pueda usarla. Odio mis pensamientos. Odio que mi mente pique por querer arañarme la piel. Por quitarme esto.
No quiero volver a caer tanto como el año pasado. No quiero volver a dormirme en clases ni sentir que no puedo más con mi existencia a la mitad del día. No quiero mirarme cuando me cambio, no quiero sentirme el cuerpo. No quiero volver a mentir. No quiero no querer ir de nuevo nunca a la escuela. No quiero llorar todas las putas tardes. No quiero volver a escuchar esa voz que me decía...
No quiero.
Estoy harta, porque estoy mejorando de alguna manera.
No quiero fallar y sentir que he fracasado una vez más.
No quiero volver a escribir entradas que nunca publicaré porque son demasiado.
No quiero volver ahí.
No voy a volver ahí.
Voy a hablar de algo que odio. Algo que estoy volviendo a sentir. Algo de lo que quiero deshacerme.
Siempre es lo mismo, me conozco. Conozco el lugar del que huyo. Conozco el lugar en el que estoy, conozco el acantilado del que mis pies se burlan. Conozco la caída. Puedo describirlo con los ojos cerrados.
Odio los nervios de volver a clases, de entrar a una nueva escuela, de no estar con las personas que hacen un poco más fácil. Odio no tener el mismo turno que ellos. Odio preguntarle a mi madre qué haré si no los veo más y que conteste "mírame a mí, me encontré con una compañera casi 30 años después". Yo no quiero verlos en 30 años. Yo quiero verlos al salir del salón o cuando voltee hacia a un lado. Es parte de crecer, me ha dicho. Pues es una mierda.
Odio probarme uniformes o cualquier tipo de ropa. Odio los espejos y hasta me parece insoportable las personas que me ayudan a buscar de mi talla y cuando salgo diciendo: "no me quedo" queriendo morirme.
Quiero enterrarme a mil metros bajo tierra. Quiero llorar y ponerme histérica.
Odio bajarme del auto y ver mi reflejo en los espejos de las tiendas, odio estar tan al pendiente de lo que como en el día, odio revisar las calorías que tiene lo que como, aún así es algo pequeño, odio querer morirme si lo que como suma más de 600 calorías. Odio que me guste ropa y que no pueda usarla. Odio mis pensamientos. Odio que mi mente pique por querer arañarme la piel. Por quitarme esto.
No quiero volver a caer tanto como el año pasado. No quiero volver a dormirme en clases ni sentir que no puedo más con mi existencia a la mitad del día. No quiero mirarme cuando me cambio, no quiero sentirme el cuerpo. No quiero volver a mentir. No quiero no querer ir de nuevo nunca a la escuela. No quiero llorar todas las putas tardes. No quiero volver a escuchar esa voz que me decía...
No quiero.
Estoy harta, porque estoy mejorando de alguna manera.
No quiero fallar y sentir que he fracasado una vez más.
No quiero volver a escribir entradas que nunca publicaré porque son demasiado.
No quiero volver ahí.
No voy a volver ahí.
sábado, 1 de agosto de 2015
¿Por qué escribimos?
-Bueno. Empecemos con una pregunta que en realidad no tiende respuesta. ¿Por qué escribimos ficción?
[...]
¿Por qué escribo yo?
[...]
Para ser otra persona, pensó Cath.
[...]
Para liberarnos de nosotros mismos.
[...]
Para dejar de existir, pensó Cath.
Para no ser nada ni estar en ninguna parte.
[...]
-¿Por qué escribimos ficción?- repitió la profesora Piper.
Cath miró su cuaderno.
Para desaparecer.
[...]
¿Por qué escribo yo?
[...]
Para ser otra persona, pensó Cath.
[...]
Para liberarnos de nosotros mismos.
[...]
Para dejar de existir, pensó Cath.
Para no ser nada ni estar en ninguna parte.
[...]
-¿Por qué escribimos ficción?- repitió la profesora Piper.
Cath miró su cuaderno.
Para desaparecer.
Fangirl,
Rainbow Rowell.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)