Seguí el camino hasta el sofá delante de la chimenea, he notado que el polvo ha encontrado un hogar en donde teníamos nuestras fotografías sobre la chimenea, esas que nos hicimos cuando fuimos a aquél concierto en medio de la noche a espaldas de mis padres.
Tus libros han dejado huecos vacíos en mi librero, esos que leías cuando el insomnio te consumía o las pesadillas te atormentaban. Siempre te juraba que no dejaría que tus demonios volvieran a atacarte, acariciaba tu cabello, susurraba aquella canción de cuna que ya nadie recuerda.
Tu bufanda aun sigue colgada en mi armario, ¿sabes? Esa bufanda gris que te regale un día nevado, quería que saliéramos a pasear pero estabas resfriado, así que nos quedamos en casa leyéndonos y tomando chocolate caliente.
Extraño despertar y verte, extraño delinear tus facciones con mis dedos, extraño tu boca roja y con forma de corazón, extraño contar tus lunares que tienes sobre tus hombros y besar el que tienes en la mejilla izquierda, extraño tus suéteres de lana, en especial aquél de color azul claro, que aunque lo lavara todas las veces que pudiese siempre tenía tu olor, extraño sentarme en la alfombra y que tú descansaras tu cabeza sobre mis piernas, mientras me escuchabas leer.
Pero sobre todo, me extraño a mi. Extraño la persona que era cuando estaba contigo. Aun sigo buscándo(nos)me.
¿Me has visto? Si lo hiciste, dime que vuelva, que me extraño.
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