domingo, 19 de mayo de 2019

Band-aids.



Es realmente difícil distinguir entre esas delgadas líneas: sanar, realmente sanar o distraerse y dejarse llevar por la vida.

No sé si me estoy perdiendo, si estoy siguiendo adelante (o si lo estoy haciendo siquiera, ¿seguir adelante se siente así?) o si estoy cambiando y si lo estoy haciendo, ¿es para bien o para mal?
Porque ahora hay cosas que me duelen menos, cuando en el pasado me dejaban sangrando en medio del camino, ahora creo que solo me abren una pequeña herida pero me permiten seguir adelante, incluso con el dolor punzante.

Me alejé de muchas personas y no hablamos más, creo que la vida se siente un poco más ligera, pero eso no quita que haya días en que la tristeza me invada por las amistades perdidas, por todos esos años, por todos esos recuerdos que simplemente quedarán como fotografías y que no sé si quitarlas de mi pared, ¿se considera ese el punto final? ¿ya no hay marcha atrás?

Creo que no podría hacerlo aunque quisiera, creo que hay demasiado desinterés y que incluso si quisiéramos ocultar nuestras heridas, la sangre lo seguiría manchando todo. No es que sean villanos, ni que yo sea víctima, simplemente somos humanos y como tal, hemos de cometer errores.

Claro que me llena de tristeza, claro que mi risa ha cambiado y que aprendí a callarme más cosas, porque parece que la lección que todos quieren que me tatúe en la frente es que debo quedarme con ciertas cosas dentro, para después tomarme de los hombros y sacudirme fuerte, gritando "¡Habla, dí como te sientes!" y entonces, la parte de mí que es vengativa, disfruta de mirarlos fijo y mantener la boca cerrada.

Algo ha cambiado, pero a la vez todo sigue igual, no sé como separar los cambios y no sé como hacer que esos me motiven. No me he dejado derrumbar, a pesar de que hay días en los que el alma me pesa, en los que los "no puedo" son más que los "sí puedo", (¿es esto crecer o es resignación?) Sigo levantándome de la cama aunque todo lo demás me diga "no", porque sé que si me dejo caer será difícil volver a levantarme.

Vivo con el miedo de que un día, a la mitad de mi vida, la tristeza se deje venir encima y me dé cuenta de que realmente las heridas nunca cerraron y que las banditas de colores me lo habían ocultado.
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