viernes, 27 de julio de 2018

Reírnos hasta que nos duelan las costillas, pero eso nunca será suficiente.

Siempre hemos querido escapar, perseguir las nubes y tratar de encontrarle final a las carreteras. Las ansias de irnos se calmaron cuando tuvo que irse y me quedé sin ella durante un tiempo, conocimos nuevas personas, con esfuerzo podíamos vernos una vez al mes o cada dos meses.
Fueron veranos muy solitarios.

Cuando volvió, habíamos cambiado demasiado, crecimos más allá de nuestra propia burbuja y éramos personas con nuevas distracciones, nuevos recuerdos y nuevas heridas. No nos tomó mucho para volver a descubrirnos, porque en el fondo, seguíamos siendo las mismas personas que cantaban Forever Young de Alphaville a todo pulmón y bailando al rededor de toda la habitación.

Somos la constante de la vida de la otra, sin importar nada, sin importar el tiempo.

No era sorpresa que las ansias de escapar volvieran en algún momento, solo que ya no coincidíamos. El deseo de irse se convirtió en algo un poco personal, cada quien por motivos y momentos diferentes, realmente no hablábamos de eso, supongo que porque ahora somos mayores y sabemos cuánto costaría irnos tan siquiera por unas horas.

Pero lo hablamos, hablamos de tomar el auto, empacar un par de cosas y tomar la carretera un fin de semana. Tratar de dejar en casa esas emociones y esos pensamientos que nos clavan las garras cuando bajamos la guardia. Recorrer los pueblos mágicos y poder volver a sentir que somos infinitos sin necesitar alcohol ni cigarrillos para calmar el ardor de las heridas que se reabren cada cierto tiempo.

Poder ver el cielo y contar estrellas, verlas hasta marearnos y sentirnos insignificantes.

"Podemos hacerlo en invierno" le dije.

Pero hoy tomamos las mochilas, tomé el ukulele, las llaves y lo poco que me quedaba de una botella, caminamos hasta la playa que queda cerca, nos arremangamos los jeans y nos sentamos entre las rocas, dejamos los vans junto a las mochilas y sumergimos los pies mientras veíamos el sol comenzar a esconderse. Porque los atardeceres en verano son unos de los placeres de la vida.

Fumó un par de cigarros, toqué un par de canciones, disfrutábamos de la brisa que resultaba extraña para ser un día de verano y sobre todo en nuestra ciudad. Después que la playa comenzó a vaciarse y las casas comenzaron a encender las luces, nos levantamos de las rocas y caminamos un poco hasta encontrar un lugar perfecto en la arena.

Sacamos la botella, tomamos un par de tragos, solo lo suficiente para adormecernos un poco los pensamientos. Fingir que no teníamos que regresar a casa por un tiempo, mientras escuchábamos las olas y veíamos el cielo teñirse de rojizo.

"Eres mi mejor amiga, ¿sabes?" dijo.

Y sonreí. "Lo sé, tú eres la mía".

Guardamos nuestras cosas, el cielo estaba oscuro, quedaban un par de personas con una guitarra y comenzamos a regresar a casa.


La foto es original, chicos. Fue un atardecer precioso. 26/07/18

domingo, 15 de julio de 2018

De preguntas sin respuesta (por ahora).



Son las 3 am y no sé que hacer
veo a todas esas personas amándose a sí mismas
veo todo el body positive y digo "estoy feliz, porque te amas"
pero entonces
¿por qué me resulta tan jodidamente difícil amarme?
¿por qué no puede entrar en mi cabeza un solo pensamiento optimista sobre mí?
¿por qué puedo ver toda la belleza en esas personas
menos en mí?

Me cansa
y me asusta
el pensar en que siempre estaré comparándome
odiándome
jodiéndome la mente
negándome la felicidad y la paz
porque siento que no la merezco
porque odio tanto mi cuerpo que no quiero salir de casa
porque no sé como soportan verme
porque tengo miedo de las miradas y para hacerlo aún más estúpido:
miedo de los pensamientos que no soy capaz de escuchar

Que a veces paso semanas comiendo una vez al día,
he llegado al punto en que cuando quiero comer "normal" el estómago me duele porque se acostumbro a no tener actividad
Que me mareo de solo levantarme, que el pensar en comer me hace sentir culpable y con naúseas
Me quedo en cama y trato de ignorar como me ruge el estómago, me asusta como me gusta el sentir vacío en el estómago. Me avergüenza. Y lo peor es que sé que no es la solución, lo peor es que sé que todo eso está mal, pero han sido tantos años en constante lucha que ya no sé como parar, conozco las consecuencias pero no sé como no volver a recaer.

No sé como amarme sin sentirme culpable
no sé como creer a las personas que no soy tan horrible como pienso
no me entra en la cabeza
y les digo "sé que la belleza física no lo es todo" pero no puedo verme de otra manera
me asusta, el pensar en que siempre tendré ese peso en el pecho

Toda esta constante lucha interna me tiene agotada,
hace que mis uñas sean inexistentes, hacen que me quede en cama, hacen que la ansiedad sea tan fuerte que no pueda hacer las cosas que normalmente haría
que colapse tres veces en una semana y no podía dejar de llorar

"Podemos acompañarte al psicólogo, nadie tiene que saber" pero:
¿de verdad lo necesito?
¿cómo sé que no solo quiero atención?
¿de verdad tengo un problema?
¿de verdad lo valgo?
¿y cómo comenzaría a explicarle el torbellino que tengo dentro desde los 13 años?
¿es válido tener un desorden alimenticio si físicamente no lo parece?
¿y si todo esto es algo sin importancia?
¿cómo puedo comer sin sentirme culpable?
¿cómo puedo amarme? ¿cómo puedo amar a otros?
¿por qué tengo que encajar en ese estándar?
¿mi madre sentirá que me falló si se entera?
¿y si todo esto es producto de la sociedad en la que vivo y simplemente fui débil?
¿alguna vez se termina? ¿cómo puedo dejar de pensar tanto?
¿cómo puedo evitar las rumiaciones?
¿me jodí ya los órganos?
¿de verdad lo necesito?
¿de verdad lo necesito?
¿de verdad lo necesito?

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viernes, 13 de julio de 2018

De cafés y nieve con un poco de paz mental.



Estábamos sentadas en un café, después de que nuestra tercera acompañante fuera ver al chico con el que llevaba meses viéndose. Eran las 12 del mediodía, fuera del café el sol caía sobre la piel de las personas fuertemente, mientras dentro del café la temperatura era fresca.

Ella estaba frente a mí, creía que sería incómodo estar solas después de todos esos meses en que me cerré a todos y desde esa noche en que nos pedimos perdón, en donde fue a mi casa ebria y nos despedimos entre últimos besos.

Pero no lo fue.
Era todo lo contrario.

El estómago me dolía por tanto reír, contamos las tonterías que hicimos cuando estábamos juntas y el porqué las hicimos, nos dimos cuenta de lo idiotas que éramos (y somos), platicamos todo lo que hicimos mal en nuestra relación entre risitas, nos ganaba la vergüenza de recordar, escuchar la versión de cada una y darnos cuenta de que no había rencores, de que nuestra relación iba más allá que cualquier cosa que nos hicimos.

Salimos del café, subimos la avenida Domínguez y doblamos por la calle 5 para comprar una nieve. Cruzamos la calle y escogimos una banca debajo de la sombra de un árbol en el parque frente a la catedral. El cielo comenzó a oscurecerse y las nubes a tronar, esperábamos la lluvia sentadas mientras comíamos nieve y hablábamos de todas esas historias que no supimos de la otra pero que también estaban ligadas a la nuestra.
Es increíble como la amistad de todos, va más allá de lo que todos llaman una simple amistad.
A pesar de todo el daño no intencional, a pesar de todo el desastre que solemos hacer (y que aún lo es), nos entendemos y nos aceptamos.

Yo le amo, siempre la amaré, incluso si nunca puedo hacerlo completamente de la manera en que ella en el fondo lo quiere. Es una de mis mejores amigas, a pesar de todos estos meses donde estábamos heridas. Incluso aunque algunos días me despierte y diga que los odio, aunque a veces las personalidades choquen como trenes, los amo. La familia es complicada.

No sabemos a donde nos llevará el futuro, pero espero que ella y todos ellos sigan en mi vida, no importa si ella tenga que irse por un tiempo (porque todos comienzan a irse en estos momentos), sé que nosotros estamos más allá de todo eso.

Cuando comenzó a anochecer, decidimos regresar a casa, después de hablar sin descansar todo el día. Por primera vez en semanas, caí en la cama con un poco de paz mental.


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