domingo, 15 de abril de 2018

De carreteras, mejores amigos y radios descompuestos.

Nuestras risas chocaban contra las colillas de cigarro y nuestras sonrisas desafinaban, la única luz de la habitación provenía de las luces de navidad colgadas alrededor de la ventana. Había mantas tiradas por el suelo junto con almohadas, el estómago nos dolía de la risa y los ojos nos pesaban por el sueño. La energía nos duró hasta las 3-5 de la mañana.
Cuando despertamos, decidimos tomar la carretera a las 10.
Íbamos en la camioneta, yo en el asiento del copiloto, con el Sol sobre nosotros. No hacía calor, había una brisa fría pero no tanto para ponernos los suéteres que teníamos en los asientos traseros. La carretera se extendía eterna frente a nosotros, toda la vegetación seguía de color verde.
La radio no funcionaba así que hablábamos de temas al azar, platicábamos historias viejas y reíamos. Reíamos mucho. Los árboles, palmeras y arbustos dieron paso al mar y los delfines.
Me encantaba tratar de distinguir el punto donde el cielo tocaba el mar.
Fueron dos horas en carretera hasta que llegamos a esa ciudad, paramos en cada tienda que creíamos interesante, probábamos comida nueva o entrábamos a librerías a pasear entre hojas amarillentas.
Decidimos regresar a casa después de 3 horas porque las carreteras pronto estarían oscuras al cambiar el horario.

El viento era cada vez más frío, el Sol estaba presente pero sus rayos no dolían y la carretera estaba vacía a excepción de nosotros. Quería gritar y reír o echarme a llorar.
Las emociones de esos momentos son confusas, esos momentos te hacen sentir eterno, como si la carretera fuera eterna y no tuviéramos prisa en llegar a algún destino. Es la clase de momento que provoca sentimientos que te sobrepasan tanto que no sabes como te sientes realmente, solo atinas a existir.

Nuestra primera parada de regreso fue un arroyo donde había un par de cuevas. Bajamos del auto y arremangamos nuestros jeans, nos quitamos los Converse y al ser lo suficientemente bajo, nos echamos a correr. El agua estaba fresca y pronto comenzamos a perseguirnos y a chapotear por todo el lugar, nos dolían las mejillas de tanto reír y sentía que nada más que ese momento importaba.
Estuvimos un rato hasta que volvimos a subir al auto y regresamos a la carretera. Ahora íbamos en silencio, el Sol estaba cada vez más bajo, recosté mi cabeza en el asiento y dejé que mis ojos se cerraran.
Me dejé sentir el viento chocando contra mi piel y agradecí al universo por momentos como este, porque sé que todo se acaba pronto.
Agradecí por tenerle en mi vida, por nunca juzgarnos y por siempre estar ahí.
Le agradecí al universo por ponerle en mi vida, por permitirme pasear por estas carreteras, escuchar esas canciones, conocer esas personas y sentir esa brisa.

Y voltee a verle.
Ahí a mi lado, con una mano sobre el volante y el otro brazo apoyado en la ventana.
Con el atardecer detrás.
Y todo lo que pude pensar fue: "algún día, alguien va a amarte con cada latido de su corazón".
Algún día, todo se va a arreglar.
Lo deseo.
De verdad que sí.
29/10/17



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