Trato de mantener mi cara en blanco mientras estoy frente a estas personas.
Me doy vuelta y subo las escaleras hacia mi habitación, cierro la puerta con cuidado.
La cabeza me palpita, mi cabeza grita.
Recargo la frente contra la puerta. Respiro rápido. No llores, no llores, no llores.
Es la frustración dentro de mí.
Es el enojo, la ira.
Hace un remolino dentro de mí, quiere salir, quiere ir a abajo y gritarles.
Mis manos están en puños, mis nudillos son blancos. Mis uñas lastiman mis palmas.
Es frustración, es enojo, no llores, no llores, no llores.
Trató de calmarme pero este sentimiento me quema por dentro, trata de salir, se arremolina dentro de mí.
Quiero que sepa que me duele.
Quiero que sepa que estoy enojada.
Quiero que lo vea.
Las lágrimas caen y sigo inmóvil contra la puerta.
Rojo.
Rojo.
Rojo.
Quiero romper algo.
Quiero golpear algo.
Hacer algo que deje evidencia de cómo me siento.
Me muevo, me recuesto contra la pared y me dejó caer, atraigo mis piernas contra mi pecho.
Y ahí me quedo.
Con todo eso dentro de mí.
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