No sabía que esperar al ver el frasco lleno de papelitos doblados y de diferentes colores, los abrí uno por uno con tu pulsera ya en mi muñeca, sin poder creer que me estuviera pasando a mí de entre todas las personas.
Rompí a llorar en cuanto terminé de leer uno en especial:
Sé que a veces no tengo las mejores palabras,
pero siempre estaré ahí para ti.
Y es que las tienes, siempre tienes las mejores palabras.
Sigo sin poder creer que me quieras a mí.