Fueron tardes eternas, con el sol pintando el cielo de naranja y rosa y entonces se volvía azul y después azul rey. Fueron tardes de risas y sentir que podía existir para siempre, donde solo éramos nosotros tratando de exprimir cada segundo, cada momento. Siempre creí que el verano significaba olvido pero ése significaba lo contrario, no importaba nada, no importaba dónde ni cuándo porque sabíamos que al terminar el verano ya no sería lo mismo. Nos dolía a todos, era el elefante rosa en la habitación, la inevitable separación. Odiaba pensar en eso como odio pensar en las cosas que me serán arrebatadas. Tenía ganas de lloriquear y cruzarme de brazos y negar la realidad cual niño berrinchudo.
Me acuerdo de Irma y yo en la playa, me acuerdo de la piel dorada y el cielo azul despejado, de la arena pegada al cuerpo y los labios salados, del mar eterno y cristalino, de pasear por la orilla de la playa buscando caracolas, del sol quemándome la piel y de las risas y los "te quiero".
Me acuerdo de las noches, de las conversaciones a las 3 am y de querer reírme fuerte, reírme tan fuerte hasta llorar, de las historias que compartíamos y de los planes, de los dramas y las pequeñas peleas, de sentirme viva, tan viva como nunca antes.
Me acuerdo de ese día, el día después de regresar de la playa con Irma porque yo había estado a punto de desmayarme y de pasar la noche alucinando por fiebre. Me acuerdo del sentimiento de eternidad. Me acuerdo de las risas en la sala del cine, de las bromas privadas entre todos, de sentir que por fin pertenecía. De ir a comer pizza y llenar el local de color, el sol entrando por la pared de cristal, dándonos un toque de juventud. La pizza caliente y Diana regañándonos. De sentir que nada más importa más que ese momento.
De salir con Mariana, Chiquete, Ale y Alex y pasear por la plaza y que Mariana se probara todo en las tiendas y tener miedo de que se olvidara de quitarse algo y que saliera de la tienda y sonara la alarma, de salir temprano de la escuela e ir a Subway y que estuviera solo y poder llenar el lugar con risas, de molestar a Alberto-Alfredo (lo llamaba así para molestarlo), de llegar a casa con el sol oculto, después de estar todo el día con ellas.
Del cumpleaños de Ale con Chiquete y Alex, de nadar en la alberca, de la pizza en el cuarto del hotel, de tirar todas las almohadas y cobijas al suelo y acostarnos ahí, hablando idioteces y llamando a Pris, del frío del cuarto y de despertar temprano al siguiente día, de ver los primeros rayos del sol por la ventana y querer poder retener ese momento en mi pecho, llamar a mi padre para que fuera por mí y llegar a casa queriendo llorar porque no quería que ese sentimiento se acabara.
Las tardes en casa de Chiquete, hablando sobre todo y nada, deseando que se quedara para siempre, de Dianita gritando por la película, peleando por el Monopoly, bailando sin sentido por la habitación con Ale y Alex.
Recuerdo el último día de Chiquete (nótese que es su apellido), de bajar la escalera y abrazarla fuerte, queriendo que se quedara en nuestros brazos, de quedarnos con su risa y sus tonterías. Me acuerdo de sentir que era injusto que nos la quitaran. A veces lo siento. No quería subir al auto, quería quedarme en ese instante, al final de las escaleras, y ella agitando su mano y riendo.
Tal vez recuerdo ese verano diferente, tal vez no fui tan feliz como recuerdo pero son las 4 am y aquí estoy, sola en mi habitación, nostálgica y deseando poder compartir esto con alguien, deseando volver a esos momentos porque ahora no es lo mismo. Y es triste y quiero llorar y quiero a todos de vuelta. Siguen aquí pero nada es igual y los cambios son buenos pero siempre están los recuerdos que te hacen querer volver.
El verano viene y no sé que esperar, solo quisiera regresar por un momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario